martes, 17 de julio de 2012

¿COMPENSA?


Ahora que estamos sentados en la playa, vamos a pensar: ¿De verdad compensa?
¿Estáis seguros de que merece la pena?
Poner en las manos de un desconocido todo tu futuro es muy peligroso.
¿Qué sabemos de él?
De que es español estamos seguros porque habla nuestro idioma y además dice ser de Santiago de Compostela. Vamos a fiarnos.
De que parece que lleva muchos años en esto estamos también seguros, no solo por su aspecto cascado y cansado, sino porque según su currículo trabajó en la provincia de Pontevedra durante un largo periodo y luego más tarde se trasladó, también por este trabajo, a la capital del país.
Bien, pensaremos que no falseó su vida laboral y nos fiaremos de la experiencia que dice tener.
Bueno, cuesta reconocerlo, pero así de buenas a primeras, parece saber moverse por los entresijos de este mundillo.
Ahora bien, las manos de un hombre dicen mucho de él, sobre todo sus gestos y la forma de moverlas; más aún en esta profesión.
En un principio parece que lo hace siguiendo unas pautas muy bien marcadas; supongo que se lo tiene bien aprendido. Es normal, de ellas depende su futuro y que los demás confíen en él.
Bueno, me arriesgo.
-¿Cómo decías que te llamabas?
-Mariano.
-Pues bien Mariano, yo me coloco boca abajo y tú me das bien fuerte. Sobretodo céntrate en la zona lumbar, que llevo toda la semana currando como una mula y tengo la espalda llena de contracturas.
-Muy bien señorita.
Es entonces, en ese momento, cuando piensas: "Espero no haberme equivocado al elegirlo".
Pero sabes que te vas a arrepentir desde la primera punzada que notas en la espalda.
Es normal, un masaje en la playa no compensa. Sobretodo cuando las manos que lo ejecutan solo se mueven por intereses. Cuando el masajista te vende humo solo para sacarte el dinero que ganaste "trabajando como una mula".
¿Qué vas a ganar con esto? Pues nada de descanso en tu día libre, vas a perder dinero y te vas a sentir idiota y estafada por haber escogido a ese masajista y no a uno de verdad.
¿Los hay?

miércoles, 11 de julio de 2012

...Y AHORA, ¿QUÉ?



¡Ya estoy de vacaciones! ¡Qué gran noticia! Tengo un largo periodo de descanso, repleto de horas libres y con un montón de proyectos.
Vale, pero ¿por dónde empiezo?
Creo que lo mejor es empezar ordenando el armario y sacar de delante la ropa de invierno para colgar los vestiditos de verano, las camisetitas de asas, el bikini, las falditas vaporosas...pero hace un frío y un tiempo de mierda así que no puedo retirar el abrigo. Debería dejar el paraguas a mano porque dan lluvias toda esta semana y el bikini, con las nubes gordas y negras que se acercan por la costa, no se si tocará agua salada este año.
Bueno, mejor dejo el armario como está y si sale el sol busco entre las cajas algo que ponerme.
Bien, ahora debería organizar unos días de vacaciones, algo económico, no hacen falta lujos para disfrutar de las vacaciones.
Veamos de cuanto dinero dispongo...¡Mierda! ¡Mi empresa aún no me ha ingresado la última nómina! ¡Serán cabrones! ¡Rastreros, usureros de mierda!
Venga, no pasa nada. Puedo aprovechar y mientras espero a que el dinero me crezca puedo hacer algo que nunca hago: una analítica completa. "¡Qué guay! ¿Eh?"
Vaya, parece que no soy la única que todavía no ha cobrado. Tengo que esperar una semana y menos mal que me dejan hacer la analítica. Mi médico de cabecera también está de vacaciones y su sustituto me dio permiso para hacerme la analítica; si estuviese mi médica no me hubiese dejado y aún encima saldría de la consulta con una bronca: "¡Es que os pensáis que las analíticas se hacen porqué os da la gana!"
¡Lo siento, pensaba que cotizaba para eso!
Bueno no importa, esperaré una semana, total ya esperé cuatro años (soy un desastre con mi salud) y una hora para que me diesen el papelito.
¿Qué mas puedo hacer? ¿Qué mas puedo hacer?  
¡Ya lo tengo! Voy a lavar el coche; hace una semana que no lo limpio y ya me estoy poniendo nerviosa.
Venga, vamos a uno de estos cubículo de lavado a presión y luego un poquito de aspiradora. ¡Mierda! ¡Joder! ¡Si que es cierto! ¡Las hijas de puta de las columnas se lanzan contra los coches! ¡Ala! Todo el faldón rayado y abollado y lloviendo como está se me va a oxidar.
Este coche va de cabeza al taller para que lo pinten y como el dinero aún no me ha crecido toca hablar con papá para que me haga un préstamo; con 31 años y pidiendo pasta, ¡qué bochorno!
Pues nada, empiezo las vacaciones de miedo. Ahora solo falta que me salga un trabajo para que se vaya a la mierda todo el verano. 
( NOTA DEL AUTOR: Seguro que para mas de uno este acontecimiento sería lo peor que le podría pasar en el verano, a mi no me lo parece, solo me hago eco de la realidad).
Recapitulemos: aún no he cobrado, tengo el armario con toda la ropa de invierno porque aún la uso, estoy pendiente de una analítica en la que tal vez me descubran falta de hierro, mi coche me va a chupar mas dinero (¡Qué razón tiene mi padre!: "Un coche es un hijo tonto") y tengo todo el verano para recordar los acontecimiento del principio de estación ya que no me va a salir trabajo.
...Y ahora, ¿qué?


miércoles, 4 de julio de 2012

ENTRE HILOS Y ALFILERES


Desde muy pequeña anduve entre hilos y alfileres, gateando por medio de trocitos de tela que caían desde lo alto de la máquina de coser de mi madre.
El final de una dura jornada de subir bajos, hilvanar costuras y planchar ropa era la captura de aquellos alfileres desperdigados por el suelo, escondidos entre las ranuras de las baldosas. Para tan minuciosa caza usábamos un imán redondo que los atraía a regañadientes.
El sonido del pedal de la máquina de coser era la banda sonora de la casa hasta la llegada de la noche; la visita de señoras coquetas que mantenían activa la costumbre de lo hecho a medida, era una constante.
Con los años aquellos retales que recogía del suelo se iban transformando en faldas y vestidos para mis muñecas.
Las lecciones rápidas de mi madre hacían que mi Barbie pasase de ser una cursi repelente vestida de rosa a ser una mujer con un armario envidiable.
De coser a mano a hacerlo a máquina. Una máquina que cosía al ritmo de tus pies y que pesaba un quintal y que aún sobrevive, con sus muchos achaques, en el trastero.
Cuando mi madre dejó de coser, cansada por lo duro de la faena y harta de perseguir a las señoras coquetas y agarradas, yo lo abandoné también un poco.
Con los años lo volví a retomar al decidirme por el mundo de la moda y sus entresijos. Los consejos de mi madre fortalecían las lecciones del día y le aseguraban que aún no había perdido esa ilusión por su oficio.
Ahora la máquina es eléctrica y los retales ya no visten a muñecas estiradas y repipis, ahora las ideas se plasman en camisetas.
Qué sonrisa al ver la primera y qué crítica era aveces; pero como me gustaba que las viera.
...Creo que es hora de recuperar esa vieja máquina de coser y ponerla a punto; algún día volverá a coser al ritmo de unos piececitos pequeños y torpes.
¡Te quiero Noni!