domingo, 27 de mayo de 2012

¡QUÉ DURO ES SER TORTUGA!


El otro día estaba viendo un documental sobre animales en una isla (si, yo soy esa persona que no miente cuando dice que ve los documentales de la 2) y fui consciente de lo duro que es ser tortuga marina en este mundo.




Después de superar el trauma de que tu madre te abandone siendo huevo bajo un montón de tierra aún te queda lo peor.
Tras romper el cascarón y comer su primer alimento, -granos de arena, ¡qué rico!- les toca acercarse a la orilla lo más rápido posible y la verdad ahí es donde te das cuenta de lo cruel que es a veces la naturaleza: ¡las tortugas no son rápidas!
En su viaje a la orilla se van encontrando con algún que otro cazador oportunista que hará, en la medida de lo posible, todo lo que esté en su boca para evitar el futuro de cada tortuguita.
Las espabiladas que logran mojarse en el mar aún no estarán a salvo pues en ese entorno también pueden ser el alimento de otros depredadores. Entre estos se encuentran, en algunas especies de tortugas, sus propios parientes, que empujados por el canibalismo se comen a las pequeñas sin compasión alguna.
Seguro que muchas tortugas desean cada noche haber nacido efímeras que, aunque solo vivan 24 horas, por lo menos echan un polvo y se mueren tan a gusto.
Supongo que toda la experiencia del nacimiento no es más que otra de esas lecciones con retranca que dan las madres.
Los seres humanos vamos aprendiendo con el paso del tiempo, y no es hasta que somos adultos que contamos con unas bases de nuestro aprendizaje, siendo estas el trabajo duro y largo de nuestros padres.
Nacemos y aún no sabemos andar, y cuando damos el primer paso siempre nos evitan caer al suelo. Las tortugas tienen que echar a correr en su primer minuto de vida.
Llegamos al mundo sin saber nada de él, en cambio las tortuguitas ya diferencian a sus enemigos de entre los demás.
Con suerte logramos independizarnos, pero con la nevera llena de tuppers con la comida de mamá. Las tortugas viajan por el océano solas y se buscan su comida desde que tocan el mar por primera vez.
Con los años decidimos ser padres y aún tenemos la ayuda de los abuelos para criar a nuestros hijos. Cuando una tortuga es madre viaja un largo trayecto para volver al sitio donde ella nació y dejar allí a sus hijos para que se las apañen solos, no sin antes derramar lágrimas por ello.
¡Qué dura es la naturaleza!
Nos hace nacer torpes, lentos, ignorantes y dependientes.

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