miércoles, 4 de julio de 2012

ENTRE HILOS Y ALFILERES


Desde muy pequeña anduve entre hilos y alfileres, gateando por medio de trocitos de tela que caían desde lo alto de la máquina de coser de mi madre.
El final de una dura jornada de subir bajos, hilvanar costuras y planchar ropa era la captura de aquellos alfileres desperdigados por el suelo, escondidos entre las ranuras de las baldosas. Para tan minuciosa caza usábamos un imán redondo que los atraía a regañadientes.
El sonido del pedal de la máquina de coser era la banda sonora de la casa hasta la llegada de la noche; la visita de señoras coquetas que mantenían activa la costumbre de lo hecho a medida, era una constante.
Con los años aquellos retales que recogía del suelo se iban transformando en faldas y vestidos para mis muñecas.
Las lecciones rápidas de mi madre hacían que mi Barbie pasase de ser una cursi repelente vestida de rosa a ser una mujer con un armario envidiable.
De coser a mano a hacerlo a máquina. Una máquina que cosía al ritmo de tus pies y que pesaba un quintal y que aún sobrevive, con sus muchos achaques, en el trastero.
Cuando mi madre dejó de coser, cansada por lo duro de la faena y harta de perseguir a las señoras coquetas y agarradas, yo lo abandoné también un poco.
Con los años lo volví a retomar al decidirme por el mundo de la moda y sus entresijos. Los consejos de mi madre fortalecían las lecciones del día y le aseguraban que aún no había perdido esa ilusión por su oficio.
Ahora la máquina es eléctrica y los retales ya no visten a muñecas estiradas y repipis, ahora las ideas se plasman en camisetas.
Qué sonrisa al ver la primera y qué crítica era aveces; pero como me gustaba que las viera.
...Creo que es hora de recuperar esa vieja máquina de coser y ponerla a punto; algún día volverá a coser al ritmo de unos piececitos pequeños y torpes.
¡Te quiero Noni!

  

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