viernes, 26 de agosto de 2011

A NUESTRA EDAD


 Buscando he encontrado este video clip que había escuchado hace tiempo. Supongo que el cielo cubierto de nuves indecisas entre llover o inclinarse ante el sol me ha empujado hacia él.
A todos nos llega un momento en la vida en el que te das cuenta de que los años han pasado también para ti. Un momento en el que ya no puedes salir de casa dando un portazo y amenazando con que te vas. Menuda imagen: tú solo, con tu mochila de David "El Gnomo" llena de juguetes y un par de tabletas de chocolate que, sigilosamente, robaste tras alcanzarlas subiéndote a una silla.
No, ya no puedes. Ahora toca llorar por las noches cuando la presión te vence y respirar hondo cuando quieres gritar.
Llegan los días en los que te preguntas qué demonios hiciste mal para merecer eso; repasas preguntas, respuestas, actitudes y decisiones que te pudieran haber arrastrado hasta ese punto. Pero solo recibes silencio de tu conciencia; o, en el mejor de los casos, más preguntas, mil respuestas posibles, actitudes que no ayudan y decisiones que podrías tomar si fueras más valiente.
Porque ese punto es otro, te vuelves cobarde: "debería haber dicho esto", "no debí haber permitido que me dijeran aquello", "no debí haber firmado tan pronto",...lo que yo decía, mil respuestas posibles que te lían más.
Yo también doy gracias por llorar a mi edad, porque es una forma íntima de revelarte ante la vida. Esa vida que te mete puñaladas cuando se le antoja para chocar contra un escudo de valor que debes aprender a forjar.
Esa perra vida que te hace pasar por pruebas duras de las que espera que aprendas algo; así que toma notas en tu cuaderno de apuntes, se rápido y abrevia si es necesario, porque los años pasan rápido.
Esa cutre vida que se ríe de ti liándote la lengua para que no sepas responder a tiempo; debería darse cuenta de que dentro llevas a un gran orador que convencería a la misma vida de que fuera larga y feliz.
¡Llora! ¿por qué no?, y después de llorar, ¡rie! Porque ante las lágrimas también hay que saber reírse. Ármate de valor, viste tu armadura nueva, memoriza tus apuntes y dile a la vida: "A mi edad lloro cuando quiero, no cuando tu me mandas". Y después sigue viviendo.

martes, 26 de julio de 2011

SOBREVIVIR

      "Haz preparativos para cien años y prepárate para morir mañana."                Roberto Canesa, superviviente.


 El 13 de octubre de 1972 un Fairchild F227 de las Fuerzas Armadas Uruguayas, contratado para trasladar a un equipo amateur de rugby y en el que viajaban 45 personas, despegó de Montevideo hacia Santiago de Chile. Noticias de mal tiempo en los Andes obligaron a aterrizar el avión en la pequeña ciudad argentina de Mendoza.
A las 15:30 del día siguiente el piloto realizaría lo que sería su última comunicación con la torre de control de Santiago. 
El avión caería en la cordillera de los Andes, frontera natural entre Chile y Argentina. La mayoría de los ocupantes pereció en el accidente, otros en días posteriores debido a las heridas recibidas, y algunos por un alud de nieve que los sepultó.   
Diez semanas después de la tragedia, cuando ya se habían suspendido todas las operaciones de rescate, un campesino chileno que apacentaba el ganado en un valle situado en las profundidades de los Andes, divisó a dos hombres con un aspecto muy deteriorado. Se trataba de dos de los supervivientes del Fairchild F227. Sus nombres eran Roberto Canesa y Fernando Parrado y acababan de atravesar los Andes con la esperanza de encontrar ayuda para devolver a la vida a sus compañeros.
 
Paez y Parrado se abrazan después de haber sido rescatados de la cordillera, después de más de 70 días de odisea, el 22 de diciembre de 1972.

 La historia de la tragedia se hizo mundialmente conocida a través del libro "Viven", del estadounidense Piers Paul Read, traducido en catorce idiomas, de la película del mismo título, cuyo contenido causó malestar a varios de los supervivientes, y de documentales.

Estos son los dieciséis supervivientes:

José Pedro Algorta, Adolfo Strauch, Roberto Canesa y Alfredo Delgado.

Eduardo Strauch, Daniel Fernández, Roberto Francois y Roy Harley.
Jose Luís Inciarte, Álvaro Mangino, Javier Methol y Carlos Paez Rodríguez.
Fernando Parrado, Ramón Sabella, Antonio Vizintin y Gustabo Zerbino.

Quizá a muchos no os suene esta historia, pero seguro que os suena la parte en la que los supervivientes tuvieron que alimentarse con la carne de los cadáveres de sus compañeros de viaje. Es natural que esto os haga recuperar de vuestros recuerdos tal historia, puesto que solemos quedarnos con los detalles más morbosos de las noticias.
Pero el que yo me acuerde de esta hazaña humana no va por ahí, sino que va por el lado humano y, por qué no, por el animal que nos hace sobrevivir ante cualquier situación "in extremis" en la que nos veamos envueltos.
¿Qué no haríamos por sobrevivir? Seríamos capaces de atravesar los Andes apenas refugiados del frío y sin saber muy bien hacia donde vamos, con tal de poder continuar viviendo.
Seríamos capaces de correr más que nadie, incluso volar, con tal de volver a ver amanecer otro día más.
Seríamos capaces de sacar fuerzas de la nada para soportar días atrapados bajo un rascacielos entero, con tal de continuar respirando.
Incluso seríamos capaces de lastimar para que la rabia que provoca  nuestra herida, de fuerzas a otro para levantarse y continuar caminando en la vida.
Todo lo haríamos sin pensar, con tal de poder continuar diciendo: "estoy vivo."
Ocurren tragedias todos los días, a miles de kilómetros o en tu propia casa. Nadie está libre de una,  pero cada uno contaremos nuestra hazaña para sobrevivir. Atravesaremos volando los Andes con un saco lleno de escombros a nuestras espaldas, mientras el frío nos atraviesa la piel, con la esperanza de que cumpliremos nuestro objetivo: sobrevivir.

Quiero terminar con otra frase de Roberto Canesa. Dice así:
"Cuando parece que todo te encierra y que no hay salida, como en el medio de la cordillera, una puerta siempre se abre. No lo olvides."


Si os interesa la historia de estos hombres os recomiendo la siguiente página:  
www.viven.com.uy 
En ella podréis informaros de toda la experiencia vivida en los Andes, así como ver fotos inéditas y entrevistas en las que los dieciséis supervivientes relatan su lucha para sobrevivir.






martes, 19 de julio de 2011

¿AFORTUNADO?

Me desperté una mañana,
reconocí un jardín sobre mi.
Miles de flores se enredaban,
construían un laberinto sin fin.
Caminé sobre sus raíces,
mis pies descalzos posé
y la tierra seca noté.
Ante mi mil riquezas aparecieron,
corrí hacia ellas, pero no las alcancé.
Después una mujer y el amor eterno,
pero era un espejismo lo que deseé.
El suelo bajo mi se abrió
y una mano al infierno me arrastró.
Todo lo malo el demonio me enseñó;
al jardín deseé volver.
Humedad en mi rostro comencé a notar,
se arrastraba por el cuerpo para ir al suelo a parar.
Raíces de flores nacieron donde la lágrima cayó
y una mano desde el cielo me salvó.
Habiendo contemplado lo bueno y lo malo pensé:


                         "¡Qué afortunado soy!"