viernes, 31 de agosto de 2012

LOS CENTÍMETROS PERDIDOS


Se acercó al espejo. 
Por un momento dudó en asomarse y dio un tímido pasito atrás. No estaba muy segura de lo que iba a ver.
Después de unos segundos se armó de valor y deshizo ese paso cobarde para por fin verse en el espejo.
Se detuvo ante aquella mujer que ya no era ella. Su cara estaba surcada por leves caminos que la guiaban hacia una experiencia, un recuerdo. Los finos y ahora mas escasos cabellos eran los testigos mudos de una larga vida llena de risas y también llantos.
En su cara se le dibujó una leve sonrisa cuando bajó la vista hacia sus pechos, antaño firmes y mas cerca del esternón que ahora. Lanzó un leve suspiro contra esa imagen y los devolvió, ayudada por sus manos, a su posición original durante unos segundos.
Giró la cabeza para verse desde otro ángulo. Juraría que era más alta.
Enseguida se despreocupó por eso, unos tacones le podrían devolver esos centímetros perdidos por el camino, "aunque la cadera derecha se queje", pensó.
Se fijó entonces en sus orejas que parecían haber crecido; entre ellas y la nariz le habían robado su altura. Le parecieron sosas y desnudas. De ellas siempre habían colgado unos pendientes con unos pequeños camafeos de marfil; eran preciosos. Pero en su vida no solo perdió el pelo y la altura.
Le quitó importancia a ese recuerdo triste, había sido necesario. Unos sencillos pendientes imitando a las perlas también valdrían para vestirlas.
"Mucho mejor", dijo en voz baja tras colocarse las "alhajas".
Se miró entonces las piernas. Hacía tiempo que sus rodillas no recibían la luz del sol. Las faldas de largo decente llevaban años instaladas en su armario. Qué aburrida era aquella ropa, sin colores, sin gracia.
"Tal vez hoy sea el día perfecto para desabrochar los dos primeros botones de la camisa". Algún día tenía que ser "por qué no hoy". Tras hacerlo descubrió que durante todos esos años a la cara si que le había estado dando el sol.
Qué diferente se veía ahora; ya no era una cara que se asomaba entre la oscuridad. Ahora esa cabeza tenía cuello. "Estos pendientes tenían una gargantilla a juego", recordó.
"¡Mucho mejor!". 
Por fin algo blanco sobre su cuerpo. 
Por fin algo de vida tras años lamentando una muerte.

jueves, 23 de agosto de 2012

¡PUTOS CORTICOLES!


¡Cómo los odiaba de pequeña! 
Era un odio inevitable, un rencor que venía de mucho atrás y que me empujaba a tapar los oídos con cada anuncio de "El Corte Inglés".
No es que me mosquease ver toda esa ropita de marca que yo nunca iba a lucir, ni esos niños felices correteando como si la que se avecinaba no fuese con ellos; era lo que implicaba.
La palabra "corticoles" era sinónimo de que las vacaciones de verano estaban llegando a su fin.
Con solo oír "corticoles" me nacía un nudo en el estómago. Supongo que sería la misma sensación que sentirían todos los de "Verano azul" cuando veían correr, cada verano, a Pancho por la playa diciendo aquella frase que marcó a una generación : "¡Chanquete ha muerto!". Esta frase era el final del verano para Tito, Bea, Desi y los demás. La pena no era por Chanquete, ¡qué más daba! Se moría todos los años. La primera podía doler, incluso la segunda, pero ya la décima era: "¡Joder Chanquete! ¡Cuídate  tío!". Lo jodido era que el verano se iba a la mierda y había que volver al colegio.
¡Putos corticoles! Con su llegada hasta parecía que los días pasaban más rápido; hasta la naturaleza se ponía de su lado y acortaba los días. ¡Qué oscurecía antes! (Me da igual lo que digáis, es por culpa de los "corticoles").
Otro acontecimiento que marcaba la vuelta al colegio era: la llegada de los libros. Esa factura terrorífica que sufre cada padre y que sufrirán por los siglos de los siglos tenía su parte buena. El olor.
¡Qué bien huelen los libros nuevos!
Recuerdo que durante unos días mi casa olía a forro. Somos tres hermanos, imaginaros la cantidad de forro que hacía falta para proteger los libros. Esos libros que habían valido mucho dinero y que tenían que durar para el hermano que venga detrás. 
En mis tiempos los libros se heredaban. Con el paso del tiempo esa costumbre se fue perdiendo hasta su total desaparición (¡Hijos de puta!).
¡Que bonita era la sensación de poseer un libro manoseado y trabajado por otra persona! La sensación al tener un libro heredado era como la de encontrar un tesoro con muchos años en el que ir descubriendo enigmas o pequeños penes dibujados con boli "Bic".
Es una pena que ahora los libros parezcan ser solo una fuente de ingresos.
Para ser sincera, con los años y el desarrollo emocional y la madurez que eso implica me doy cuenta de que sigo odiando a los "corticoles". Supongo que ya es rencor por nuestras fricciones del pasado; aunque seguramente sea porque aún tengo que volver al cole. Aunque ahora esté del otro lado.



jueves, 2 de agosto de 2012

VAMOS A CONTAR MENTIRAS...TRALARÁ!


...Por el mar corre la liebre...por el monte las sardinas, tralará.
Supongo que os sonará esta canción infantil, que alguna vez en un autobús de camino a cualquier sitio cantasteis y que está llena de mentiras como casas.
¿Creéis que mentir está mal? ¿Pensáis que hay que ser muy sincero?
¿Sois de los que decís la verdad pase lo que pase y duela a quien le duela?
¿Os parece sano no mentir nunca?
Pues mi respuesta a todas esas preguntas es: NO.
Pero no me malinterpretéis, no soy una mentirosa que tiene engañado a todo mi entorno contándole milongas y haciéndolos vivir en una mentira. No, no.
Simplemente soy una persona que decide cuando es necesaria la verdad y cuando viene mejor una mentira.
Ese rollo hipersincero de algunas personas en el fondo no es sinceridad; dicen la verdad para colgar su culpa a otro -generalmente a la persona con la que son tan sinceros-.
Por qué creéis que una persona le cuenta a su pareja que ha tenido una serie de  sueños eróticos con su mejor amigo, ¿para ser sincera y demostrar que su relación es muy especial?
¡NO!
Se lo cuenta para limpiar su conciencia. Le da igual la sinceridad. Si le importase pensaría en cómo va a mirar su pareja a partir de ahora a su amigo y cómo va a analizar cada gesto entre ellos.
Luego claro, como soy el sumum de la sinceridad, espero que nadie me reclame que le ha dolido lo que le dije, porque, ¡oye!, yo te dije la verdad, fui sincero contigo.
¿Para qué usamos la verdad realmente?
Depende.
Hay personas que la usan para decir realmente lo que piensan. 
En este grupo los hay que no tienen tacto y la sueltan como les viene. ¡Maaal!
No soporto a los que tienen un día sincero y empiezan a repartir sinceridad "dándoles por el culo" las formas. Estos son un grupo muy especialito; son los que se escudan en la siguiente frase: "es que yo soy así". Pero ya hablaré de esta especie en otro momento.
Para decir la verdad hay que, primero, saber decirla; es decir, hay que tener tacto. La verdad no se escupe, se cuenta.
Luego los hay que utilizan la verdad para hacer daño; para hacer daño de forma intencionada. Son los típicos "hijos de puta" que están a la espera de enterarse de algo de tu vida para soltártelo cuando menos te lo esperas; generalmente ese momento suele ser cuando a ti todo te va bien y al espécimen no.
Y después los hay que buscan el momento adecuado y las formas correctas para ser sinceros. Estos serían los que, a mi juicio, lo hacen de forma correcta. Ahora bien, cuando la persona con la que quieres sincerarte es una tozuda y solo ve lo que quiere ver, entonces hay que ser una mezcla del primer y segundo tipo; algo así como "es que soy así, un hijo de puta". En estos casos la verdad tiene que ser una hostia para que la otra persona reaccione.
Ahora vamos con la mentira. Ese acto con tan mala publicidad que es mentir.
Yo creo que una mentira a tiempo es mejor que la verdad absoluta. Las mentiras piadosas existen señores. Todos hemos contado alguna en nuestra vida, bueno, excepto los supersinceros, esos nunca mienten (¡JA!).
Lo bueno de los supersinceros es que como "siempre dicen la verdad" enseguida los pillas cuando mienten. Se ponen rojos como tomates y balbucean. Pobrecitos, no les enseñaron a mentir (¡JA!).
La mentira, de cuantas broncas nos libró en la infancia. "Yo no fui" es la primera mentira que contamos en nuestra vida.
Otras mentiras célebres son: no es lo que parece, empezó él/ella, yo solo veo los documentales de la 2, con que el coche me lleve y me traiga es suficiente, no es para tanto (cuando hace referencia a un hombre o una mujer muy atractivos), la salud es lo que importa, el dinero no compra la felicidad (pero ayuda un huevo), yo no sabía que mi marido estaba robando dinero, España va bien, la justicia es igual para todos, no soy celos@, podemos seguir siendo amigos, en esta empresa somos una familia...y un largo etcétera.
¿Cuándo usar la mentira? Pues para librarte de un daño mayor, para evitar sufrimiento a otros o para no lastimar con tu verdad.
La verdad y la mentira son el ying y el yang de las relaciones humanas. Son la parte positiva y negativa de nuestra vida; pero ¿cual es cual?

martes, 17 de julio de 2012

¿COMPENSA?


Ahora que estamos sentados en la playa, vamos a pensar: ¿De verdad compensa?
¿Estáis seguros de que merece la pena?
Poner en las manos de un desconocido todo tu futuro es muy peligroso.
¿Qué sabemos de él?
De que es español estamos seguros porque habla nuestro idioma y además dice ser de Santiago de Compostela. Vamos a fiarnos.
De que parece que lleva muchos años en esto estamos también seguros, no solo por su aspecto cascado y cansado, sino porque según su currículo trabajó en la provincia de Pontevedra durante un largo periodo y luego más tarde se trasladó, también por este trabajo, a la capital del país.
Bien, pensaremos que no falseó su vida laboral y nos fiaremos de la experiencia que dice tener.
Bueno, cuesta reconocerlo, pero así de buenas a primeras, parece saber moverse por los entresijos de este mundillo.
Ahora bien, las manos de un hombre dicen mucho de él, sobre todo sus gestos y la forma de moverlas; más aún en esta profesión.
En un principio parece que lo hace siguiendo unas pautas muy bien marcadas; supongo que se lo tiene bien aprendido. Es normal, de ellas depende su futuro y que los demás confíen en él.
Bueno, me arriesgo.
-¿Cómo decías que te llamabas?
-Mariano.
-Pues bien Mariano, yo me coloco boca abajo y tú me das bien fuerte. Sobretodo céntrate en la zona lumbar, que llevo toda la semana currando como una mula y tengo la espalda llena de contracturas.
-Muy bien señorita.
Es entonces, en ese momento, cuando piensas: "Espero no haberme equivocado al elegirlo".
Pero sabes que te vas a arrepentir desde la primera punzada que notas en la espalda.
Es normal, un masaje en la playa no compensa. Sobretodo cuando las manos que lo ejecutan solo se mueven por intereses. Cuando el masajista te vende humo solo para sacarte el dinero que ganaste "trabajando como una mula".
¿Qué vas a ganar con esto? Pues nada de descanso en tu día libre, vas a perder dinero y te vas a sentir idiota y estafada por haber escogido a ese masajista y no a uno de verdad.
¿Los hay?

miércoles, 11 de julio de 2012

...Y AHORA, ¿QUÉ?



¡Ya estoy de vacaciones! ¡Qué gran noticia! Tengo un largo periodo de descanso, repleto de horas libres y con un montón de proyectos.
Vale, pero ¿por dónde empiezo?
Creo que lo mejor es empezar ordenando el armario y sacar de delante la ropa de invierno para colgar los vestiditos de verano, las camisetitas de asas, el bikini, las falditas vaporosas...pero hace un frío y un tiempo de mierda así que no puedo retirar el abrigo. Debería dejar el paraguas a mano porque dan lluvias toda esta semana y el bikini, con las nubes gordas y negras que se acercan por la costa, no se si tocará agua salada este año.
Bueno, mejor dejo el armario como está y si sale el sol busco entre las cajas algo que ponerme.
Bien, ahora debería organizar unos días de vacaciones, algo económico, no hacen falta lujos para disfrutar de las vacaciones.
Veamos de cuanto dinero dispongo...¡Mierda! ¡Mi empresa aún no me ha ingresado la última nómina! ¡Serán cabrones! ¡Rastreros, usureros de mierda!
Venga, no pasa nada. Puedo aprovechar y mientras espero a que el dinero me crezca puedo hacer algo que nunca hago: una analítica completa. "¡Qué guay! ¿Eh?"
Vaya, parece que no soy la única que todavía no ha cobrado. Tengo que esperar una semana y menos mal que me dejan hacer la analítica. Mi médico de cabecera también está de vacaciones y su sustituto me dio permiso para hacerme la analítica; si estuviese mi médica no me hubiese dejado y aún encima saldría de la consulta con una bronca: "¡Es que os pensáis que las analíticas se hacen porqué os da la gana!"
¡Lo siento, pensaba que cotizaba para eso!
Bueno no importa, esperaré una semana, total ya esperé cuatro años (soy un desastre con mi salud) y una hora para que me diesen el papelito.
¿Qué mas puedo hacer? ¿Qué mas puedo hacer?  
¡Ya lo tengo! Voy a lavar el coche; hace una semana que no lo limpio y ya me estoy poniendo nerviosa.
Venga, vamos a uno de estos cubículo de lavado a presión y luego un poquito de aspiradora. ¡Mierda! ¡Joder! ¡Si que es cierto! ¡Las hijas de puta de las columnas se lanzan contra los coches! ¡Ala! Todo el faldón rayado y abollado y lloviendo como está se me va a oxidar.
Este coche va de cabeza al taller para que lo pinten y como el dinero aún no me ha crecido toca hablar con papá para que me haga un préstamo; con 31 años y pidiendo pasta, ¡qué bochorno!
Pues nada, empiezo las vacaciones de miedo. Ahora solo falta que me salga un trabajo para que se vaya a la mierda todo el verano. 
( NOTA DEL AUTOR: Seguro que para mas de uno este acontecimiento sería lo peor que le podría pasar en el verano, a mi no me lo parece, solo me hago eco de la realidad).
Recapitulemos: aún no he cobrado, tengo el armario con toda la ropa de invierno porque aún la uso, estoy pendiente de una analítica en la que tal vez me descubran falta de hierro, mi coche me va a chupar mas dinero (¡Qué razón tiene mi padre!: "Un coche es un hijo tonto") y tengo todo el verano para recordar los acontecimiento del principio de estación ya que no me va a salir trabajo.
...Y ahora, ¿qué?


miércoles, 4 de julio de 2012

ENTRE HILOS Y ALFILERES


Desde muy pequeña anduve entre hilos y alfileres, gateando por medio de trocitos de tela que caían desde lo alto de la máquina de coser de mi madre.
El final de una dura jornada de subir bajos, hilvanar costuras y planchar ropa era la captura de aquellos alfileres desperdigados por el suelo, escondidos entre las ranuras de las baldosas. Para tan minuciosa caza usábamos un imán redondo que los atraía a regañadientes.
El sonido del pedal de la máquina de coser era la banda sonora de la casa hasta la llegada de la noche; la visita de señoras coquetas que mantenían activa la costumbre de lo hecho a medida, era una constante.
Con los años aquellos retales que recogía del suelo se iban transformando en faldas y vestidos para mis muñecas.
Las lecciones rápidas de mi madre hacían que mi Barbie pasase de ser una cursi repelente vestida de rosa a ser una mujer con un armario envidiable.
De coser a mano a hacerlo a máquina. Una máquina que cosía al ritmo de tus pies y que pesaba un quintal y que aún sobrevive, con sus muchos achaques, en el trastero.
Cuando mi madre dejó de coser, cansada por lo duro de la faena y harta de perseguir a las señoras coquetas y agarradas, yo lo abandoné también un poco.
Con los años lo volví a retomar al decidirme por el mundo de la moda y sus entresijos. Los consejos de mi madre fortalecían las lecciones del día y le aseguraban que aún no había perdido esa ilusión por su oficio.
Ahora la máquina es eléctrica y los retales ya no visten a muñecas estiradas y repipis, ahora las ideas se plasman en camisetas.
Qué sonrisa al ver la primera y qué crítica era aveces; pero como me gustaba que las viera.
...Creo que es hora de recuperar esa vieja máquina de coser y ponerla a punto; algún día volverá a coser al ritmo de unos piececitos pequeños y torpes.
¡Te quiero Noni!