sábado, 5 de noviembre de 2011

VAMOS PARA MAYORES


El otro día me di cuenta de lo mayor que estoy, y no lo digo por el mañojillo de canas que me está creciendo entre mi pelo (que también, porque ahora me tengo que teñir, ya que las muy cabronas crecen en la parte más alta de la cabeza, justo delante de todo); tampoco me di cuenta al hacerme tía, apesar de que ahora formo parte de la educación de una personita. 
Os va a parecer una tontería, pero me di cuenta, precisamente hablando sobre los síntomas de la vejez con un grupo de chavalas (otro síntoma inequívoco de la falta de juventud, empiezas a llamar niñ@s o chaval@s a todos los que son más jóvenes que tú).
Uno de los síntomas de la vejez, decía yo, es cuando quedas con tus amigos un sábado para salir (ya no empiezas el jueves, eso es para l@s chaval@s) y ya en el local, con la música a tope, te das cuenta de que no es el mejor sitio para hablar con tus colegas. Y ahí está: ¡Ya no quedas para bailar y loquear, quedas para hablar! Esto muchas veces te hace cambiar de círculo de amigos, ya que es ahora cuando los empiezas a conocer mejor. Te das cuenta de que "el Carlos" es un descerebrado, "la Natalia" superficial y que "el Manu" un gilipollas.
Tus conversaciones, porque como ya os dije, ahora las hay, se centran en otras cosas: trabajo, jefe, compañeros de trabajo y lo demás.
Dentro de la categoría de "lo demás" se encuentran: política, pareja, colegas (esto es criticar al que no ha venido ese día a tomar café), familia y otras lindezas.
La categoría de "otras lindezas" me encanta porque aquí se abre un amplio abanico de posibilidades. Una de las mejores opciones dentro de esta categoría es la de: "cuando éramos jóvenes". En ella se incluye comparar tu infancia con la actual. Y esto, mis pequeños padawans (esta palabra también me hace sentir mayor, porque existe en el mundo gente que no conoce su significado; como probablemente alguno de vosotros tampoco lo sepáis, podéis culturizaros aquí ), es el síntoma por excelencia de hacerte mayor porque tú mismo anuncias al mundo que ya no eres joven: "cuando yo era pequeño...".
Con esta frase del diablo comienza una cadena de comentarios y recuerdos que van provocando en tu subconsciente (porque tú no te enteras) esa sensación de que la cosa no va como antes. Ya no te preocupan las mismas cosas, empiezas a valorar otras. Hay partes de tu cuerpo que crujen, hasta ahora pensabas que solo algunas emitian ruidos, pero algunas, no casi todas. Ya no tienes colegas para salir de fiesta, ahora tienes amigos. De repente eres un oráculo y l@s chaval@s te piden consejo. Tienes responsabilidades y un largo etcétera, muuuuy largo.
Pero con la edad vienen otras cosa que merecen la pena: la independencia, por ejemplo. Y con ésto no estoy hablando de que te vas de casa, porque, tal y como está la cosa a día de hoy, ese tema es casi una utopía para muchos; hablo de que ahora piensas por ti mismo. Con los años has ido forjando tu personalidad y eso es muy bueno. Ya sabes qué tipo de vida quieres llevar, quién merece la pena que entre en ella y a quien debes echar a patadas. Aprendes a callar y a gritar cuando es necesario. 
Todo esto te va a servir para que cuando tu sobrino venga junto a ti puedas hablarle desde la experiencia.
Porque que alguien se acerque a ti para pedirte consejo es señal de que has sabido envejecer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario