sábado, 21 de enero de 2012

UN PARÉNTESIS: LAS REBAJAS


Antes de empezar tengo que reconocer una cosa: para ser una mujer tengo una parte de mi que tiende al lado masculino.
Dicho esto he de aclarar otra cosa: soy heterosexual.
Bien, ahora que tenemos las cositas claras, quiero que os imaginéis una escena: una mujer con toda la tarde libre- eso son unas seis horas mas o menos-, con algo de dinero destinado, en principio, para nada necesario, con calzado cómodo, sin llover, en uno de los extremos de la Calle del Príncipe (para los que no lo sepáis esta calle es uno de los centros de tiendas de ropa más importantes de la ciudad de Vigo) y, dato a tener muy en cuenta, en plena época de rebajas de invierno. ¿Qué creéis que va a hacer?


Pues si y no. Claro que va a entrar en todas las tiendas de su gusto para ver que hay de rebajas y, de paso, ver también si cae algo; sino ¿qué hace ahí? Pero no se va a echar toda la tarde, por una sencilla razón: acabará aburrida de ver ropa. En serio.
Vamos a ver, yo soy una mujer y como tal me gusta la ropa, me gusta ir de compras, pero hasta un límite. En serio.
Cuando ya llevo dos horas -que si os paráis a contar son 120 minutos, 7200 segundos; osea la ostia de tiempo- llega un momento en el que entro en las tiendas como una zombi que solo deja deslizar su mano sobre la ropa para notar el tacto tan "suave" y "maravilloso" del polyester. Ya no me quedan fuerzas para más, el calor de los probadores me las ha arrancado de cuajo.
¿De verdad pensáis que después de un buen rato sin circulación en las manos gracias a la presión de las asas de las bolsas voy a poder seguir queriendo más? Otras mujeres si, pero yo no.
He de confesar que, en toda mi vida de compradora en rebajas, nunca he disfrutado de ese ambiente tan relajante que debe de ser el que se respira en el primer día de rebajas. En serio.
Solo una vez pude presenciar desde lejos lo que era ese día. A eso de las 10:15 de la mañana -las tiendas abren a las 10:00- las colas ya rodeaban cada una de las tiendas. ¿Qué le pasa a esa gente? ¿Se esconden entre la ropa y los pliegues de las cortinas de los probadores el día anterior? ¡No lo entiendo!
El caso es que no soy una fanática, incontrolada, compulsiva y enferma de las rebajas. Digamos que mientras mi cuerpo se pasea por entre los montones post apocalípticos de ropa, mi espíritu está sentado con todos los novios y maridos que fuman, entre desesperados y aburridos, en la puerta de las tiendas. ¿Para qué van? Ir para nada es una tontería. Que sus chicas se busquen una amiga y que se distribuyan bien el peso entre ambas; o mejor, que solo compren lo que sus bracitos puedan soportar.
Yo creo que voy de rebajas para integrarme, para tener algo de que hablar con las chicas; es por eso y solo por eso por lo que este año me compré: una chaqueta, una americana, dos camisas, una camiseta, un pantalón, cuatro pares de medias, dos conjuntos de ropa interior, tres pares de bailarinas y un abrigo. Es solo para integrarme, en serio.
A mi qué me importan las rebajas, me dan igual; me es totalmente indiferente encontrar unas bailarinas en mi verde favorito a un precio de escándalo. Solo las compré porque una vez tuve unas muy parecidas que me encantaban; fue por nostalgia.
En serio que fue por nostalgia.
Las rebajas hay que aprovecharlas para comprar esas cosas que te hacen falta; yo necesito jerséis y me compré una camiseta que queda superbonita puesta. Pero bueno, yo uso mucho las camisetas porque en mi trabajo hace mucho calor, así que la voy a usar un montón.
Ya. Ya lo se. ¿Os acordáis de la mujer de la Calle del Príncipe? Bien, pues estaba allí porque tenía toda la intención de pasarse horas de tienda en tienda para llegar a casa reventada, con menos dinero y un montón de bolsas repletas de ropa y zapatos. 
¿Qué esperabais? ¿Qué pasase de las rebajas? ¡Por favor! Si se me iluminaron los ojos cuando volví a encontrarme con la reencarnación de mis difuntas bailarinas verdes. Soy una chica, esas cosas me emocionan. 

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