jueves, 22 de marzo de 2012

DE CÓMO LA ENERGÍA SE TRANSFORMA


Según la ley de la conservación de la energía: la energía ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma.
Según esto la energía pasa de una forma a otra para continuar existiendo, solo que con un aspecto diferente; como cuando la energía eléctrica se transforma en energía calorífica cuando se utiliza en un calefactor.
Yo a esta teoría le añadiría otra frase: la energía en exceso revienta el objeto que esté más cerca.
Si, y voy a demostrar mi teoría.
Cuando llega un miembro nuevo a tu familia, pongamos un sobrino, la casa se llena de alegría y la adrenalina producida por los nervios antes de su llegada se transforma en júbilo por el nacimiento de un bebé.
A medida que ese pequeño ser humano va creciendo su falta de energía, debido a que se pasa el 90% del tiempo durmiendo, se transforma en aburrimiento porque quieres que interactue contigo y transmites tu energía para conseguir una sonrisa de un segundo. Luego te enteras de que siempre lo hace mientras duerme, que es un acto reflejo.
Cuando empieza a gatear te encanta ver la energía que tiene y la dureza de sus rodillas, ya que las tuyas, al gatear a su lado, sufren muchísimo más que las suyas, que rodeadas de carne blanda y rechoncha no sufren daño alguno. 
Tu feliz energía se transforma en estrés al darte cuenta de que ahora alcanza más cosas que antes y que, casualmente, todas las cosas que coge se pueden romper.
Y es aquí donde nace mi complemento a la teoría de la conservación de la energía.
Cuando un niño empieza a andar va dejando rastros de energía por donde pasa, así sin más, sin querer. Él va caminando torpemente, balanceándose de un pie a otro mientras a su alrededor el resto de su mundo se mueve de forma frenética. Incluso hay veces que en su torpe caminar se oyen gritos detrás de él vaticinando que algo malo va a ocurrir.
Totalmente ajeno a la que se avecina, alza su mano algo torpe pero firme y sujeta una figura que lleva en la familia desde que tienes uso de razón. La zarandea con toda la energía que puede tener una niño de un año y la lanza por el aire.
Toda la energía fue transmitida a la muñeca de porcelana que comenzó a volar para transformarse en añicos que se esparcieron por todo el suelo del salón.
La energía ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma en añicos de porcelana.
Ante ese resultado cinco pares de manos se abalanzan sobre la criatura para frenarle el paso, pero ya es tarde, la pareja de la muñeca corre la misma suerte que su inseparable compañera y comienza a volar...
La energía en exceso revienta el objeto que esté más cerca. 
¡Teoría demostrada!

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